sábado, 29 de octubre de 2011

Lost at sea, de Bryan Lee O'Malley

Eduquen a sus hijos del temible Cthulhu


No hay mucho que decir tras leer este aviso, salvo repetir: EDUQUEN A SUS HIJOS SOBRE CTULHU. Es un dios malo, que espera arrebatarte la cordura para alimentarse de ella. Sus hijos deben ser prevenidos de este mal primigenio.
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Stacy Griffith, de 15 años. Le gustaba frecuentar salas de chat. Un día, conoció a un chico divertido el cual era profundo e inteligente. Ellos hablaban todo el tiempo, y eventualmente, dicidieron que se conocerían en el centro comercial de la ciudad de Stacy.

Solo que cuando se conocieron, Stacy descubrió que no era un niño.

Era el hijo de Puta de Cthulhu. Holy Fuckin Shit (Por la gran puta o algo así .. esta parte es difícil de traducir)

NO CONFÍES EN NADIE QUE CONOZCAS EN LÍNEA. PUEDES LAMENTARLO.

5000 niñas americanas han perdido la cordura por Cthulhu año tras año. Detener la predación online por parte de los grandes primigenios antes de que estas empiecen. Educa a tus hijos a cerca de Ctulhu hoy día.




domingo, 23 de octubre de 2011

Los rehenes como modo de negociación


Las desventuras de prestar algún objeto personal tienen por regla general, aunque a veces existan repentinas y misteriosas omisiones, perder la propiedad del artículo o posesión en cuestión. Y no es ningún cuento, porque la tendencia del préstamo es la pérdida del mismo. 

Las casas comerciales, en consecuencia de esta irrefutable realidad, han desarrollado el descarnado método de tasa de interés. La banca, por su lado, desarrolla la evaluación de propiedad estimativa recuperable para el crédito, en caso de no devolución del préstamo, que usualmente se traduce en hipotecas. En el plano religioso, Dios te presta la vida para luego recuperarla en un propósito aún desconocido, y ampliamente cuestionado. Sin embargo, en la cotidianidad de las relaciones humanas no existe aún una regla clara de préstamo, ni como proceder ante la no devolución.

Lo preferible, es establecer un acuerdo de palabra, un compromiso de devolución en un plazo de tiempo estimado. Si este plazo de tiempo no se condice con la necesidad de recuperación de la propiedad, o el tiempo establecido por parte del prestamista, el acuerdo inicial da pie al reclamo por recuperación, como una medida de aviso y de reflexión a la falta.

Como este préstamo sigue siendo un compromiso de dos partes, la imposibilidad de devolución siempre estará presente aún tras la solicitud de recuperación. En esos casos, se deben tomar acciones más concisas, como la expropiación inmediata en caso de contacto directo con el objeto de propiedad vinculante; o en su defecto, la acción de secuestro a través de la toma de algún objeto rehén.

Ahondando en este último método, como preferencia por su elegancia, cabe destacar que todo secuestro de objeto vinculante al recibidor del préstamo, es una medida de presión para la negociación de devolución, y no tiene fines de abuso del mismo. Con la posesión del nuevo objeto negociador, el reclamo por recuperación toma más validez, siempre que el valor del artículo secuestrado tenga peso para generar la presión adecuada. Es por lo tanto, criterio del prestamista la elección del objeto a secuestrar, y en la medida que la elección sea la correcta, la elegancia del método se hace patente.

No cabe duda que la verdadera habilidad negociadora nace de la capacidad de escoger la mejor medida de presión, y siendo que no siempre existe la posiblidad de recuperación por acción pacífica, o por cumplimiento de compromiso, el secuestro es una medida efectiva y altamente divertida, que desarrolla la paciencia y la capacidad crítica. Así que si alguien no le devuelve algo, tome la iniciativa y secuestrele algún objeto de valor.

(archivo plubicado originalmente en shunegg.blogspot.com  octubre 2011)

viernes, 14 de octubre de 2011

Cuentos para una amiga #1


"La granja de ardillita"
Autor: nachogro

Érase una vez, en un campo inmenso completamente sembrado con maíz y otras cosas propias del campo, una niña pequeña llamada Ardillita. Era linda y jugetona como ninguna, saltaba y corría por el campo, asaltando a los coyotes con su espada de madera. Corría y corría, pero no conseguía dar con su madriguera. Rabiosa gritaba: -No podrás correr para siempre coyote malo. Te atraparé y haré una rica comida con ella -. Mientras el coyote salía raudo bajo sus pies, botándola al suelo. A pesar de la rabia por sus gallinitas, ardillita reía. Se levantaba del barro y se acomodaba la faldita. Una carcajada la seguía mientras volvía a correr detrás del coyote. Nadie podía decir que no era feliz allí, y más cuando el coyote no aparecía, el campo entero era suyo. 

Los días pasaban, y ardillita recibió un lindo regalo. Una nueva amiga, se llamaba Chascona. Era una preciosa yegua, toda dorada, de pelo largo. Su imponente carácter a veces asustaba, pero de buen humor, era tan mansa como un estanque. Ardillita no pudo más que sentirse feliz, ahora podría perseguir al coyote. Pero primero debía convencer a Chascona, pues era dura de genio, pero blanda de corazón. 

Mis gallinitas no tienen la culpa, sólo están ahí durmiendo. Llega ese coyote feo y se las lleva. Como no estaré enojada cuando aparece. - decía ardillita a su amiga, mientras la crin se batía al viento con los cepillazos que recibía. Pues sí, ayúdame a atraparlo. Será una gran aventura - insistía ardillita. Chascona sólo relinchaba y batía su cabeza. Sin embargo, una noche Coyote tenía mucha hambre, y la desesperación la llevó al lugar de Chascona. De miedo, mostró sus dientes, e intentó morderla. Chascona, noble de corazón, no pudo menos que lamentarse la intrusión, y a la mañana siguiente, buscó a ardillita y la guío al gallinero. 

Ardillita entendió, el coyote estaba de regreso, y su amiga Chascona le prestaba su ayuda. Rauda, subió a su lomo, y con un contoneo como de carrusel, partieron a cabalgar. Guiada por Chascona, el viento parecía silbar. El campo se hacía pequeño, y las matas altas cubrían sus cabezas. Llegaron más allá del cerco, a un riachuelo. Tanto camino y aún no daban con el coyote. Ardillita cansada, reposaba en un árbol, mientras que Chascona bebía serenamente. 

El viento batía la copa de los árboles, y ardillita cerraba sus párpados. Se vio caminando por un gran hoyo, muy profundo, y con mucha hambre. Mientras más avanzaba, los gemidos de sus cachorritos la invadían. Sintió la necesidad de alimentarlos, pero su propio cuerpo estaba cansado y magullado por la yegua aquella. Dejó los cuerpos de los cachorros, y se tendió a descansar. 

Los pesados y somnolientos ojos de ardillita, abrieron y se fijaron en Chascona. La serenidad de su amiga la sorprendía, veía comprensión, y con su mirada le decía: Sólo intenta sobrevivir. De ese modo, regresaron a su linda casa, y buscaron restos de carne que había sobrado. Una bolsa llena amarró al lomo, y volvieron a recorrer el camino al arroyo. Sin prisa Ardillita descargó, y unas palabras mencionó: Si fuera madre, haría lo mismo que tú. A la gente que amo no he dejado de ayudar, por qué no contigo si tu también eres parte de mi hogar.

Chascona relinchaba afirmando, y con mucho cariño con su cuerpo rodeaba. El día era hermoso, y ardillita lo era aún más. Su corazón noble era, aún cuando su ira lo era más.

De ese momento, el coyote jamás volvió a azolar su corral. Y cada cierto tiempo, un ramo de flores, de esas que sólo se daban en el arroyo, en la entrada de la casa estaban. Ardillita creció, y tuvo muchas otras aventuras, que en otro cuento contaré.

Fin