viernes, 14 de octubre de 2011

Cuentos para una amiga #1


"La granja de ardillita"
Autor: nachogro

Érase una vez, en un campo inmenso completamente sembrado con maíz y otras cosas propias del campo, una niña pequeña llamada Ardillita. Era linda y jugetona como ninguna, saltaba y corría por el campo, asaltando a los coyotes con su espada de madera. Corría y corría, pero no conseguía dar con su madriguera. Rabiosa gritaba: -No podrás correr para siempre coyote malo. Te atraparé y haré una rica comida con ella -. Mientras el coyote salía raudo bajo sus pies, botándola al suelo. A pesar de la rabia por sus gallinitas, ardillita reía. Se levantaba del barro y se acomodaba la faldita. Una carcajada la seguía mientras volvía a correr detrás del coyote. Nadie podía decir que no era feliz allí, y más cuando el coyote no aparecía, el campo entero era suyo. 

Los días pasaban, y ardillita recibió un lindo regalo. Una nueva amiga, se llamaba Chascona. Era una preciosa yegua, toda dorada, de pelo largo. Su imponente carácter a veces asustaba, pero de buen humor, era tan mansa como un estanque. Ardillita no pudo más que sentirse feliz, ahora podría perseguir al coyote. Pero primero debía convencer a Chascona, pues era dura de genio, pero blanda de corazón. 

Mis gallinitas no tienen la culpa, sólo están ahí durmiendo. Llega ese coyote feo y se las lleva. Como no estaré enojada cuando aparece. - decía ardillita a su amiga, mientras la crin se batía al viento con los cepillazos que recibía. Pues sí, ayúdame a atraparlo. Será una gran aventura - insistía ardillita. Chascona sólo relinchaba y batía su cabeza. Sin embargo, una noche Coyote tenía mucha hambre, y la desesperación la llevó al lugar de Chascona. De miedo, mostró sus dientes, e intentó morderla. Chascona, noble de corazón, no pudo menos que lamentarse la intrusión, y a la mañana siguiente, buscó a ardillita y la guío al gallinero. 

Ardillita entendió, el coyote estaba de regreso, y su amiga Chascona le prestaba su ayuda. Rauda, subió a su lomo, y con un contoneo como de carrusel, partieron a cabalgar. Guiada por Chascona, el viento parecía silbar. El campo se hacía pequeño, y las matas altas cubrían sus cabezas. Llegaron más allá del cerco, a un riachuelo. Tanto camino y aún no daban con el coyote. Ardillita cansada, reposaba en un árbol, mientras que Chascona bebía serenamente. 

El viento batía la copa de los árboles, y ardillita cerraba sus párpados. Se vio caminando por un gran hoyo, muy profundo, y con mucha hambre. Mientras más avanzaba, los gemidos de sus cachorritos la invadían. Sintió la necesidad de alimentarlos, pero su propio cuerpo estaba cansado y magullado por la yegua aquella. Dejó los cuerpos de los cachorros, y se tendió a descansar. 

Los pesados y somnolientos ojos de ardillita, abrieron y se fijaron en Chascona. La serenidad de su amiga la sorprendía, veía comprensión, y con su mirada le decía: Sólo intenta sobrevivir. De ese modo, regresaron a su linda casa, y buscaron restos de carne que había sobrado. Una bolsa llena amarró al lomo, y volvieron a recorrer el camino al arroyo. Sin prisa Ardillita descargó, y unas palabras mencionó: Si fuera madre, haría lo mismo que tú. A la gente que amo no he dejado de ayudar, por qué no contigo si tu también eres parte de mi hogar.

Chascona relinchaba afirmando, y con mucho cariño con su cuerpo rodeaba. El día era hermoso, y ardillita lo era aún más. Su corazón noble era, aún cuando su ira lo era más.

De ese momento, el coyote jamás volvió a azolar su corral. Y cada cierto tiempo, un ramo de flores, de esas que sólo se daban en el arroyo, en la entrada de la casa estaban. Ardillita creció, y tuvo muchas otras aventuras, que en otro cuento contaré.

Fin

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