viernes, 16 de julio de 2010

POPEYE

Años atrás, hacia la década de los 90, existía una tienda por la calle Armando Sanhueza, casi en la esquina de Errázuriz, un pequeño local de reducido espacio y escaza iluminación, en donde cientos de revistas en columnas se apilaban, presionadas unas contra otras, dispuestas a iniciar una carrera suicida hacia el suelo con el más mínimo golpe que las alentara. Allí, entre luces tenues que le bañasen, moraba el siempre astuto y vivaz POPEYE.

Era día viernes, las actividades del liceo acababan, y la libertad del fin de semana se presentaba como la esperada oportunidad para escaparse unas horas al local con los amigos. Sacar una revista vieja de la pila, hojearlas, leer un poco si con suerte corrías antes que el comentario habitual resonara en tus oídos: "¿por qué mejor no la compras?", y que te obligaba a devolverla. Eran las tardes del día Viernes, horas hojeando trastos viejos, revistas mampato, una que otra CIMOC gastada, las clásicas SUPERMAN y BATMAN que tanto pegaban en el momento, cientos de cosas y caras, las revistas que compran las señoras en sus casas y que rápidamente se deshacen de ellas para poder recuperar su gasto. A veces se veían revistas más antiguas, que uno no se explica como llegaban allí, pero aún así existían.

Pero nada de eso importaba, allí estaban los comics del momento, en la estantería. Algunos eran nuevos, cosa que provocaba el deseo de todo joven, poder leerlas. Allí estabas, frente a la Caída del Caballero Esmeralda, en su bolsa, deseo que infundado con el lúgubre y mágico ambiente gestado en ese cuarto a las 6 de la tarde (en primavera magallánica), en donde el polvo parecia bailar sobre las cabezas de las revistas, bajo la mirada del dueño entre las pilas al fondo, cerca de la estufa, no podías menos que recordar hasta el día de hoy esos instantes.

Y POPEYE siempre con su mirada, tras sus lentes, y oculto entre su barba atendía a sus clientes. La mayoría jóvenes, pero quién sabe quién más iba a parar en las horas en que los trolls estudiaban.

Hoy, POPEYE ya no está, y si está, no es en el mismo sitio.
Yacen en la memoria los momentos de esos viernes.

2 comentarios:

Jan dijo...

cuanto transmite el recuerdo..

Salvador dijo...

jajaja, popeye, tenía mucho y muy interesante, tambien cosas viejas y perdidas de la continuidad más reciente, pero era en gran parte lo que teníamos, una librería por tienda de comics, con el sistema que usaba mi viejo en Stgo cuando era niño en el que leía una revista y con la misma conseguía otra para seguir leyendo, y aunque no fuera tienda de comics, popeye a veces pasaba por el comic guy de los Simpsons por sus inusuales "ofertas" de tómalo o dájalo que hacía sufrir al niño con ilusiones de leer las aventuras del encapotado en la saga que sería conocida luego como su peor momento...